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TETUMA-3

TETUMA-3

3. -Las luces del puerto iluminan toda la montaña de montuich. Aunque son las cuatro de la mañana, aún hay negocio en el chivo chavo.  Una furgoneta roja parece dirigirse a la compra de material para rellenar la "máquina". Pero un giro en el puente lo enfilan la cuesta del cementerio. El cementerio de Casa Antunez, una colmena junto al mar. Fue una creación moderna y además de que la ciudad se colapso con las epidemias de gripe, dieron vida a esta ultima mirada al mar. El Ayuntamiento había cedido la explotación del cementerio a una compañía americana. Estos habían instalado un crematorio de diseño en un balcón que colgaba junto al cinturón del litoral. El cristal negro que la recubría reflejaba el negro azabache de la noche. La furgoneta se acerca a la puerta de servicio de la nueva atracción de la montaña. Un hombre rubio y de corta estatura salió de la furgoneta pegando un salto. Con la primera zancada cerro la puerta y sin dejar de correr, se abalanzo hacia el interior del edificio. El golpe fue tremendo, la puerta estaba cerrada. Después de recuperarse de las magulladuras, grito: "soy el Rubio, ábreme. Coño, que a mí esto de los muertos me da  un mal rollo de muerte". La puerta se abrió  dejando ver las luces del interior. El nuevo visitante ya era conocido.  Después de quitarse el temblor de encima, les juro que era la última vez que les hacia el porte. Nunca había preguntado nada, pero un porte a las cuatro de una caja de madera, al deposito de la  facultad de medicina, era algo sospechoso. El dinero manda, y le pagan como diez normales. Cerro los ojos para sentirse mejor. Los nervios empezaban a pasarle factura. De su niñez en Granada, ya no recordaba nada. Solo los recuerdos de Barcelona tenían sentido. El Mar, el Montjuich, el Gótico, las Ramblas y el Puerto. Lejos quedaban los años pasados en Sudamérica, los mejores de la vida. Solo le quedo las secuelas de unas fiebres mal curadas, unos calores incontrolables y ese temblequean de manos. Al recoger la caja, el sudor le empapaba la espalda. Pero todo estaba saliendo bien. Este era el sexto envió que cogía. Fueron seis semanas de vacaciones por el caribe suficientes para escurrir los tres quilos de cocaína que llevaba en la maleta. “Joder”, pensaba “como me he metido en esto. Jo!, Lo hago por mis niños tiene que tener un futurillo” poco a poco se fue convenciendo. Se le paro el mundo en un momento. Al salir del cementerio se topo con una redada murmuro: "mierda!". Con un sudor frío en la espalda sin parar siguió recto. Al llegar al control, la ansiedad estaba mas aforada que nunca reconoce a José, el primillo del Castell de Ferro, que ahora es guardia civil. Clamando al cielo por su suerte, grito desde la fila “Pepeillo, mírame José, soy tu primo Paco”. “Pasa, tío, de donde viene golfo”. Después de abrazos y apretones, de repente, del tirón a Barcelona volando sobre la nueva furgoneta, había que invertir en futuro. Lejos ya del susto, el vehículo enfilaba el Morrot. La música de Toni el gitano, que se escuchaba por los altavoces a toda maquina, le ayudo a quitarse la mala sangre del cuerpo. En quince minutos se plantó en el hospital Clínico. Rápidamente se apresuro a llevar el bulto a su destino. Como siempre, recibió el celador de guardia, le firmó el albarán y sé despidió sin mas palabras. Cada uno siguió su camino sin mirar atrás.

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